Lectura: Ester 4 – 6.

María Puente, de Buenos Aires, Argentina, joven y atractiva, se detuvo frente a la vidriera de la tienda. Allí se exhibía un hermoso vestido de primavera. Siguiendo la norma de toda mujer de buen gusto, se quedó largo rato admirando los detalles de la prenda. Nunca pudo haber imaginado cómo su vida tomaría, de repente, un rumbo totalmente diferente, deshaciendo todos sus sueños.

Mientras contemplaba desde afuera el vestido, explotó un tanque de gas propano en la parte interior del edificio. Miles de fragmentos de vidrio se incrustaron en todo su cuerpo dejándola malherida y con innumerables hemorragias, algunas de ellas muy serias.

A María la trasladaron de emergencia al hospital, donde el cirujano Alejandro Mendoza y sus ayudantes le prestaron sus servicios médicos durante diez horas. Tuvieron que hacerle más de mil puntos de sutura, y el período de recuperación fue largo. Pero aunque todos sus planes se destrozaron, María sobrevivió.

Nadie está exento de situaciones imprevistas. Un accidente puede, de un momento a otro, cambiar totalmente el rumbo de nuestra vida. Una noticia inesperada puede desgarrarnos el corazón. Los malos pasos de un hijo pueden causarnos gran dolor. El descubrimiento de otro amor en la vida de nuestro cónyuge puede destrozarnos por completo. La vida tiene sus sorpresas como la que tuvo María Puente, y nadie puede anticiparlas ni preverlas.

Sin embargo, si bien no podemos anticipar los percances de la vida, sí podemos estar preparados para sobrellevar sus efectos. El mayor daño que cualquier situación adversa produce no está en la adversidad misma, sino en nuestra reacción a la adversidad. Es el daño que se produce en nuestra mente, en nuestro ánimo.

Hay personas que ante una gran pena quedan totalmente destruidas, mientras que hay otras que aunque sienten el dolor, no se amedrentan. ¿En qué consiste la diferencia? En que para unos el dolor es más grande que la fe, y para otros la fe es más grande que el dolor. Cuando tenemos confianza de que Cristo está siempre a nuestro lado, esa fe produce una paz que sobrepuja el dolor.

Pongamos nuestra fe en Cristo.

Quizás la principal contribución para la fe sea la presencia práctica del Dios invisible y silencioso de este libro, ya que en este tiempo de Gracia en que vivimos, esa es norma y no la regla.  Esto contribuye a fortalecer nuestra fe.  Luego de afrontar eventos en nuestras vidas cuando nos sentíamos solos, y luego al salir de los mismos,  ¿Vimos la mano activa de Dios en esos eventos?

1. Mardoqueo reacciona como cualquier persona reacciona ante una circunstancia trágica o difícil. ¿Cómo demostraron los judíos su tristeza?  La comunicación entre él y Ester se daba únicamente por mensajero.  ¿Cuál fue la solicitud de Mardoqueo a Ester y cuál fue su convicción en cuanto a la posición de privilegio que ella tenía?  ¿Por qué quería Ester que Mardoqueo y los judíos ayunasen con ella y sus doncellas por tres días?  Aunque no se menciona ni a Dios ni la oración en este libro, es obvio a todo creyente lo que esto significaba.  ¿Cuál es nuestra primera reacción frente a las crisis de la vida? (2 Corintios 1:9, 10)

2.  Es muy importante aprender cuándo hablar o actuar y cuándo no hacer nada y esperar (Eclesiastés 3).  ¿Cuál fue la estrategia utilizada por Ester al citar a dos banquetes con la presencia del rey? ¿Qué sucedió?

3.  A través de la lectura de este libro, podemos ver la mano invisible de Dios en la historia, basta con ver el evento de la falta de sueño del rey, ¿Qué hizo el rey al no poder dormir y en qué benefició al caso de Ester y Mardoqueo?